13 de Octubre 2017
Hoy he sufrido mucho, si algo te importo… déjame dormir.
Tantos mundos convergiendo en el mismo espacio y tiempo pero en diferentes estados.
A mi lado de la barra, una mujer rascando los 50, pide una cerveza de barril y alitas no muy picantes. Se las come con soltura como que nadie la viera succionar hasta lo último del hueso, se termina las nueve alitas de su canasta y su vaso de cerveza. Pide la cuenta y paga.
Escribe en su factura que hoy ha sufrido mucho, repasa el hoy varias veces con el lapicero, continúa escribiendo algo que no distingo. Guarda el ticket y pide una cerveza más. Escribe en la nueva servilleta que la bartender le ha entregado.
Mientras husmeo sus movimientos saboreo una cerveza más, pienso “esta cerveza sí le gustaría a Víctor” – mi novio -.
Alcanzo a leer unas palabras más, el astigmatismo no me permite terminar de leer lo que dice el texto de la servilleta. Vuelve a pagar. Sigue escribiendo.
Hablo con ella, es española, se peleó con el esposo: “Él no sé donde anda tía, mientras yo, le estoy escribiendo lo que le voy a decir mañana.” Intercambiamos palabras, reímos. Cada una sigue escribiendo; yo sobre ella, ella sobre su esposo.
Se llama Olga, vive en Barcelona, cumple años el 25 de junio y su consejo antes de casarme fue:
“Que bueno que te has venido sola a Nueva York, aprender a estar sola es bueno y cuando tu marido se ponga con sus cosas una patada en el culo y que se vaya a buscar una vida.”
Se despide de mí con dos besos, me desea suerte y ciao.
Mientras yo sigo tomando mi cerveza en un bar de Time Square, viendo como los Yankees pierden.